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Granos a los 30

  • The Pink Salad
  • 9 may 2017
  • 4 Min. de lectura


Un buen día –o más bien malo– te levantas por la mañana, te miras al espejo y, sorpresa, te ha salido una protuberancia en la barbilla de esas que se ven a kilómetros de distancia. Bueno, piensas, afortunadamente puedo solucionarlo: un poco de maquillaje y corrector y voilà! Sin duda, eres optimista... y lo que no esperabas es que al final de la jornada ese granito tuviera ya un compañero de viaje y otro más que apuntara maneras. “Pero esto ¿qué es?”, te preguntas. Se llama acné adulto y ha venido para quedarse un tiempo (largo) si no le pones remedio de forma urgente.


Hace años que dejaste de ser una jovencita y ya te habías olvidado de lo que es tener granos. Es más, igual eres una de esas afortunadas que nunca lo ha sabido y, sin embargo, pasada la treintena te encuentras con un brote de acné.

¿Qué hacer? Para empezar, no le restes importancia. Como señala la dermatóloga Paloma Cornejo, miembro de la Asociación Española de Dermatología y Venereología (AEDV), “esta no es una patología banal que se elimine fácilmente con una crema y un jabón”. De hecho, es una de las más comunes; se calcula que el 80% de las personas tendrán que lidiar con ella –en distintos grados– en algún momento de su vida. Y, en concreto, en la edad adulta las mujeres nos llevamos la peor parte, por una mayor prevalencia, según datos de los laboratorios Leo Pharma.


Teniendo en cuenta estas cifras, conviene saber cómo actuar si este invitado incómodo se presenta inesperadamente. “El primer paso, si compruebas que es persistente y hay lesiones infl amatorias, es pedir cita con el especialista, que solicitará una analítica hormonal”, explica la doctora Natalia Jiménez, de Grupo de Dermatología Pedro Jaén. Y es que detrás de esta patología puede haber, como recuerda Jiménez, un problema de ovarios poliquísticos o, incluso, de la glándula suprarrenal. Otros causantes, además de las alteraciones hormonales –según detalla el doctor José Luis López Estebaranz, director de Dermomedic y profesor de la Universidad Rey Juan Carlos de Madrid–, pueden ser los fármacos de poder antiandrogénico o ciertos complejos vitamínicos.


PREVENCIÓN


Dicho esto, conviene saber si podemos hacer algo para evitarla y si nuestros malos hábitos pueden desencadenarla. Lo primero no está del todo claro, pero nuestras costumbres sí pueden estar detrás de ciertos tipos de acné adulto. Por eso la mayoría de los dermatólogos, ante un brote de estas características, recomiendan huir de la comida grasienta y procesada. La doctora Cornejo aconseja reducir los lácteos, especialmente los desnatados –se cree que aumentan el factor de resistencia a la insulina y a veces llevan vehiculizadas algunas hormonas del ganado–, y los alimentos de alto índice calórico-glucémico.


El doctor Estebaranz, añade, además, otros factores determinantes: “Se ha demostrado que el estilo de vida también influye. La tensión del día a día y las prisas, por ejemplo, favorecen la producción de hormonas de estrés, que activan las glándulas sebáceas y estas hacen que segreguemos más grasa. Y también se ha asociado el acné con hábitos tabáquicos”.


DAÑOS COLATERALES


No hay que olvidar que esta es una enfermedad crónica –sinónimo aquí de duradera– de los folículos pilosos y las glándulas sebáceas que tapona los poros (es decir, a parte de causarnos dolor, nos afea) y que tiene unas consecuencias nada desdeñables. Para empezar, puede causar lesiones no inflamatorias (comedones abiertos o cerrados) e inflamatorias (pápulas y pústulas). Y a diferencia de lo que ocurre en la adolescencia, que se acomoda en la zona T (frente y nariz), este acné adulto en las mujeres suele aparecer en la parte inferior de la cara: alrededor del mentón, en los ángulos mandibulares y en el cuello. “Además, acostumbra a presentarse como un acné más resistente, aunque no tan severo, si bien deja con más frecuencia marcas o hiperpigmentación, porque la piel madura responde peor a la cicatrización, por lo que conviene tratarlo de forma rápida”, apunta Estebaranz.


Y es que las secuelas estéticas tienen más importancia de la que pueda parecer y ocasionar graves complejos. “Se ha demostrado que tienen un elevado impacto en la autoestima y en la calidad de vida. Pueden influir en la capacidad de relacionarse y predisponer a sufrir ansiedad o depresión”, puntualiza el doctor. De hecho, los quistes profundos, además de ser dolorosos, pueden dejar cicatrices muy difíciles de eliminar. No lo permitas; para no llegar a ese punto, sigue las siguientes indicaciones de los dermatólogos


Cómo combatir esta patología


1. LIMPIEZA A FONDO


Conviene lavarse la zona con una solución limpiadora no agresiva (un exceso de limpieza provocará un efecto rebote), que contenga peróxido de benzoilo para desengrasar la piel. Evita cremas grasas y comedogénicas, que obstruyen los poros, y opta por bases de maquillaje oil free.


2. POR VÍA TÓPICA Y ORAL


Cuando el acné alcanza cierta gravedad se recomiendan retinoides (un derivado de la vitamina A) para disminuir la inflamación, ya sea por vía tópica o, en casos más graves, por vía oral (a base de isotretinoína), que, según los expertos, se ha demostrado como el tratamiento más eficaz.


3. EL RAYO MILAGROSO


Las fuentes de luz y el láser dan muy buen resultado, tanto para lesiones activas como para tratar cicatrices. La última tecnología de este tipo se llama terapia biofotónica, y utiliza un LED de longitud de onda múltiple combinada con un gel fotoconversor que penetra en la piel y la repara.


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